La segunda parte de la trilogía de El Hobbit para la gran pantalla puede no resultar agradable a los más fieles a Tolkien. Puesto que el libro fue escrito con anterioridad a El Señor de los Anillos y para entretener a sus hijos, su simplicidad se ha perdido totalmente en la adaptación que ha hecho Peter Jackson, en esta segunda parte, en la primera y previsiblemente en la tercera.
Claro que, un libro de apenas 300 páginas, no tiene contenido suficiente para tres películas de casi tres horas. Pero vaya por delante que como película de entretenimiento consigue su objetivo, pese a que la mayor parte del argumento de la misma ha sido inventado por los productores de la película para poder salir con los bolsillos bien llenos tras lo que hayan pagado en derechos para la adaptación a los herederos de Tolkien.
Los efectos especiales son de lo mejor (o los mejores) que podamos ver en una película en la actualidad. Smaug parece realmente un dragón muy vivo y con ganas de dar mucha guerra, y los escenarios muy detallados y que te hacen sentir que los lugares que vemos deben de ser reales.
Si ahora empezamos a analizar la interpretación de los actores, la cosa cambia bastante. Quizás por que en muchos planos los enanos, bueno, no parezcan fornidos enanos maestros en el arte de la guerra si no más bien escuchimizados humanos que no infundirían respeto ni a un niño de diez años. Algo que sí que se captaba perfectamente en la adaptación de Gimli en El Señor de los Anillos, pese a que pareciera un payaso por momentos.
Ian McKellen es un actor curtido al que ya le empieza a pesar la edad. Peter Jackson recurre demasiado a lo largo de la película a que Gandalf termine frases con ciertas coletillas tras una pequeña pausa que no siempre quedan bien o queda repetitivo. Martin Freeman (más conocido por ser Watson en la serie de Sherlock) también es un buen actor, pero quizás no consiga transmitir fielmente lo que debería de estar experimentando Bilbo en ciertas situaciones. Quizás todo sea por que esas situaciones son inventadas, y su papel es más parecido a un bufón que al Bilbo del libro de Tolkien.
¿Qué decir de Evangeline Lilly? Encarnaba a Kate Austen en la serie de Perdidos, y aquí a una elfa llamada Tauriel, de la que Legolas (papel al que vuelve Orlando Bloom) está enamorado. Por supuesto, ni uno ni otro personaje aparecen en el libro. Pero Peter Jackson, sus productores y guionistas por lo menos han creado una historia de aventuras que es entretenida en torno a los dos.
Si dejamos a un lado la fidelidad con el libro, La Desolación de Smaug es una buena película de aventuras, repleta de acción y alguna que otra escena que está destinada a mostrar lo que una película de alto presupuesto puede lograr en el apartado de los efectos especiales. ¿Merece la pena ir a verla? Sin duda, pero los fans de Tolkien mejor que vayáis preparados para lo que os vais a encontrar.