Los avances en la medicina moderna propiciada por una estrecha colaboración con los ingenieros está permitiendo conseguir cosas impensables hace 50 años. Dotar de movilidad a personas con amputaciones o que desgraciadamente sufren de parálisis es uno de los campos de investigación que más atención recibe.

La medición pasiva de impulsos eléctricos en el cerebro lleva permitiendo desde hace tiempo un control más o menos discontinuo de dispositivos externos, como brazos robóticos, y lo hacen a trompicones debido a lo inexacto de las lecturas que realizan. Por eso el desarrollo de un implante cerebral para estudiar directamente la actividad neural es un gran hito para pacientes como Erik Sorto, de 34 años y con parálisis de cuello para abajo desde hace 13 años.

La cirugía a la que se sometió Sorto para implantarse estos electrodos ahora le permite un nuevo nivel de libertad, aunque sea básico, pudiendo beber por sí solo. Los electrodos detectan la actividad de las neuronas, y puesto que algunas responden de manera muy específica, aumentan o disminuyen su actividad cuando Sorto piensa en llevar su mano a la boca, pero no lo hacen cuando piensa en tocarse la oreja o la cara.

Estudiando la actividad de estas neuronas los médicos han localizado si están relacionadas con movimientos voluntarios de ojos y brazos, y si están relacionadas con los brazo qué movimiento está intentando realizar Sorto. Ese estudio de la actividad cerebral es el que ha llevado a que pueda controlar un brazo robótico.

Vía: Ars Technica.