Microsoft anunció en el pasado E3 que para navidades de este año llegaría Scorpio, el nombre en clave de la próxima Xbox. Entre los datos proporcionados se encontraba la potencia de cómputo, 6 TFLOPS, que en términos de la tarjeta gráfica AMD que incluye se sitúa en torno a un 20 % más de potencia que una RX 480. Con esa potencia, según Microsoft, se podrá jugar a 4K, y lo vuelve a recalcar en un documento obtenido por Digital Foundry, el supuesto libro blanco de la consola.
Si bien hay cierto escepticismo sobre que pueda conseguirlo, teniendo en cuenta que los controladores de las consolas están muchísimo más optimizados y son dispositivos más integrados —solo necesitan compatibilidad con un conjunto limitado de hardware—, en mi opinión es viable que se pueda jugar a 4K y 30 FPS estables, y en juegos más sencillos 4K y 60 FPS, pero no en todos, y en parte gracias a que la Xbox One usa DX12. El resto de títulos más exigentes tendrán que sobreescalarse a 4K.
La Xbox One usa 8 GB de memoria DDR3 con 32 MB de memoria ultrarrápida ESRAM. Algo compleja de usar para los desarrolladores, pero que permite acelerar notablemente el rendimiento de la memoria principal. Microsoft se deshará de esta memoria en Scorpio al sustituirla por memoria principal mucho más rápida, pero tendrán que seguir programándola para la compatibilidad con Xbox One y One S —no habrá juegos exclusivos para Scorpio—.
El procesador usado tendrá cuatro veces más caché de nivel 2, manteniendo los 6 TFLOPS indicados por Microsoft previamente, así como los 320 GB/s de ancho de banda de memoria.