AMD ha estado en el último par de años apostando fuerte por CrossFire, sus sistema de multi-GPU, en un intento de llevar dos RX 480 al nivel de una GTX 1080. Hay en varios juegos bajo DirectX 11 y 12 que escala muy bien la adición de una segunda tarjeta gráfica, añadiendo entre el 90 y el 100 % más de rendimiento, pero no es lo normal.
Para conseguir ese nivel de utilización en CrossFire se necesita una fuerte inversión en desarrollo por parte de AMD y los desarrolladores que, con la presentación de las Radeon RX Vega, la compañía va a ir dejando de lado. Las RX Vega 56 y 64 son compatibles con CrossFire, pero AMD ha indicado que, siguiendo los pasos de la industria de alejarse de las disposiciones multi-GPU, va a ir dedicando menos recursos a su desarrollo.
Eso probablemente signifique que habrá menos perfiles CrossFire añadidos a los controladores Radeon Crimson ReLive, pero también que colaborarán menos con los estudios en optimizar sus juegos para CrossFire. Es un paso que se ha criticado duramente a Nvidia, sobre todo por la eliminación del conector SLI de las tarjetas de gama media como la GTX 1060, pero que es la tendencia en la industria.
Esto más bien lo interpretaría como que AMD prefiere dejar que los estudios utilicen por sí mismas las capacidades multi-GPU de DirectX 12, en las que se puede mezclar tarjetas gráficas de distintos fabricantes. Pero eso requiere más tiempo de programación y desarrollo, por lo que si a AMD deja de interesarle CrossFire, cada vez va a tener menos relevancia entre los estudios de videojuegos que preferirán invertir recursos en otras mejoras.
Vía: TechPowerUp.