Hay cierto runrún en el sector de los videojuegos que apunta a que los grandes estudios pueden haber agotado su actual modelo de desarrollo de nuevos títulos. Eso de explotar sus franquicias inundando el mercado de juegos todos los años no da el resultado que esperaban, y que por otra parte cualquier economista les podría haber dicho que no iba a funcionar. El actual modelo de desarrollo es el de los indis, sector en el que abundan los juegos cuidados y adictivos pero de bajo coste de desarrollo, o el de Rockstar Games, pocos juegos de abultado presupuesto pero muy pulidos y que llegan al mercado cuando tienen que llegar, ni antes ni después.
Los resultados de 2018 de los grandes editores han dejado mucho que desear, como los de Electronic Arts, Take Two Interactive y, sobre todo, Activision Blizzard. En este último caso, el sonoro fracaso de Destiny 2 —se ha vendido bien pero no tan bien como para cubrir su coste de desarrollo— ha hecho que Bungie se desligue de Activision para ir nuevamente por su cuenta y se ha llevado los derechos de la franquicia con ella.
Según Bloomberg, Activision Blizzard estaría preparando cientos de despidos para esta semana —y eso que tiene 9800 empleados en su plantilla—, siguiendo la mala recepción de algunos anuncios por parte de Blizzard, pero también unas ventas menores de lo esperado de los juegos de Activision, como el mencionado Destiny 2 y específicamente el fracaso de la expansión Los renegados, aunque Call of Duty: Black Ops 4 ha conseguido bastante más éxito, haciendo que pase a un segundo plano el Battlefield V de la competencia.
Los ingresos que no obtendrá por la franquicia Destiny se valoran en unos 400 millones de dólares que repercutirá directamente a las cuentas de resultados de Activision Blizzard. Tampoco están evolucionando los ingresos y número de jugadores de HearthStone y Overwatch como se esperaba, lo cual afecta a la parte de Blizzard de este editor, y el anuncio de Diablo: Immortal no ha sentado nada bien a la comunidad de jugadores.
Vía: TechSpot.