Microsoft anunció que dejaba de producir Kinect el pasado octubre, ante la indiferencia de casi todos los propietarios de la Xbox One. El que venía con mi consola estuvo puesto unos meses delante de la tele, hasta que lo guardé por falta de utilidad —tampoco funcionaba bien del todo— y que ocupaba mucho espacio. Todavía quedaba alguno que, en el paso de la Xbox One a la Xbox One S sin el conector propietario, quiso mantener el uso del Kinect, aunque para ello se necesitaba el Adaptador de Kinect para Xbox.
Ese adaptador lo ha dejado de fabricar también, con lo que la posibilidad de usarlo en futuras consolas se reduce a mínimos. El adaptador permite conectar el Kinect a través de un puerto USB, aunque es un trasto más de por medio al ya de por sí aparatoso Kinect. Inicialmente Microsoft ofreció a los compradores de una Xbox One S el adaptador gratuitamente durante un tiempo de gracia, antes de pasar a cobrar 39.99 euros.
A pesar de que no ha tenido el arraigo suficiente, Microsoft ha vendido en torno a 35 millones de unidades de Kinect desde que apareciera en el mercado en 2010 para la Xbox 360. Quizás en una futura Xbox vuelva a introducir algo similar a Kinect, ya sea por separado o junto a algún tipo de gafa de realidad virtual que explote la mayor potencia de la Xbox One X. Según la compañía, «después de meditarlo exhaustivamente, hemos decidido detener la producción del Adaptador de Kinect para Xbox con la intención de centrarnos en el lanzamiento de nuevos accesorios para Xbox One y Windows 10 que son mucho más solicitados por los usuarios».
Vía: SlashGear.