AMD ha puesto finalmente a la venta los primeros procesadores Ryzen 7000, y al menos ha cumplido con las expectativas de rendimiento según los primeros análisis. Los procesadores que llegan son el 7600X [6N/12H, 4.7-5.3 GHz, 369.99 €], el 7700X [8N/16H, 4.5-5.4 GHz, 499.99 €], el 7900X [12N/24H, 4.7-5.6 GHz, 689.99 €] y el 7950X [16N/32H, 4.5-5.7 GHz, 869.99 €]. Todos tienen en esta ocasión una iGPU, que siempre es de utilidad que dispongan de ella.
Con el aumento de potencia mononúcleo en la mayoría de juegos casi no hay diferencia entre usar el Ryzen 5 7600X y el Ryzen 9 7950X al combinarlo con tarjetas gráficas como una RTX 3090, por lo que hay pocas razones para comprar algo más allá de un 7600X si el equipo es para jugar —además de por el PVPR al que llegan; cuando el PVP baje del 7700X mi opinión será distinta—. En multinúcleo este último da un rendimiento con el 5800X, teniendo en cuenta que el 7600X es de seis núcleos y el 5800X es de ocho. Para los profesionales, los 7900X y 7950X darán un gran rendimiento, por encima de los Core de 12.ª generación, pero está a punto de llegar al mercado la 13.ª generación Core.
En cuanto a las placas base, llegan las de chipset X670 y X670E. Son caras, muy caras, con algunas básicas como la Prime X670-P de ASUS costando algo más de 400 euros, y eso que es de las placas base más básicas con estos chipsets. La inclusión de PCIe 5.0 en ellas provoca un buen aumento del precio, sumado al que ya provocó la inclusión de PCIe 4.0. Son conectividades que para la inmensa mayoría de la gente no aportan nada pero por las que se está pagando.