Durante las navidades se estrenan dos tipos de películas: las de puro entretenimiento y las que quieren hacerse un hueco de última hora en las nominaciones a los Oscar. Normalmente ambos tipos de películas no comparten por el mismo público, siendo las segundas más aptas para quien busque un cine que no sea meramente escapista. El puente de los espías es, precisamente, una de estas.
Spielberg y Hanks, juntos otra vez
Steven Spielberg es uno de los directores más completos y variados que han pisado Hollywood. Aunque le costó ganarse el respeto de la crítica más seria, ha demostrado que es capaz de dirigir un producto de mero entretenimiento que una película dramática que se ajuste al crítico más exigente. Este es el caso de Tom Hanks, a quien la crítica le costaba tomar en serio por la gran cantidad de comedias más o menos ligeras o irreverentes en las que participó en los primeros 80, pero que una vez pudo demostrar su potencial para el drama, pasó a convertirse en uno de los actores más buscados y respetados de la Meca del Cine.
Tras más de una década el actor y el director no colaboraban, hace unos días llego su última película conjunta. Basada en una historia real, la película narra, la historia de James Donovan, un abogado de Nueva York a quien se le pide que defienda a un espía soviético, Rudolf Adel. Sin embargo, no todo termina tras la sentencia, pues se le solicita que participe en un intercambio de rehenes, ya que la URSS ha derribado y capturado al piloto de un avión espía U2.
La película está magistralmente contada, aunque con las típicas libertades que se toman las cintas basadas en hechos reales. No obstante, lo básico y esencia está aquí, gracias al guión de Matt Charman, quien contó con la inestimable colaboración de los hermanos Coen. Basado en el libro que escribió Donovan sobre lo sucedido, Strangers on a Bridge, la película no se hace aburrida, teniendo más ritmo del que se esperaría de una película de este estilo. Aunque se puede intuir más o menos el desenlace, mantiene la tensión lo suficiente como para captar el interés del público.
Gran dirección, extraordinario reparto
Spielberg, por su parte, demuestra su maestría en cada plano y secuencia, adaptándose a un presupuesto modesto y alejado de pretensiones. La dirección de actores que hace es fantástica, aunque con el talento de su reparto es muy difícil fallar. Su protagonista, Tom Hanks, tiene las suficientes tablas como para bordar el papel de abogado honesto, firme defensor de que la ley se aplique sin prejuicios, capaz de enfrentarse a todos en aras por defender sus convicciones. Este papel le puede garantizar una nominación al Oscar, aunque probablemente no se hiciera con ella.
Por otro lado los actores secundarios son extraordinarios. Mark Rylance compone un gran Rudolf Abel, el espía que se mantiene firme y tranquilo en unas circunstancias en las que otros se habrían venido abajo. Su personaje se gana la simpatía del público por su honestidad y sinceridad, y quizá este actor se merezca una nominación al Oscar más que Hanks. Austin Stowell, quien interpreta al piloto del U2 derribado, tiene un papel mucho menos importante y, aunque lo hace con convicción, tampoco destaca especialmente.
A parte de estos dos secundarios, hay varios dignos de mención. Para empezar, Alan Alda tiene un pequeño papel, y siempre es agradable ver a uno de esos actores que siguen llenando la pantalla cada vez que aparecen. Eve Hewson, quien interpreta a la mujer de Donovan, también se merece justo reconocimiento a su trabajo, ya que su aplomo convierte su papel en un personaje menos plano de lo que sería habitual.
En general, es una película dirigida a todos aquellos que estén un poco saturados por tanto cine de entretenimiento, que les interesen las películas basadas en hechos reales o que, simplemente, disfruten de las viejas historias de espías de la Guerra Fría. Una entretenida e interesante película para ver estas fiestas que no defraudará al espectador.
Puntuación
8.5
sobre 10